Órdenes de Trump: ¿cómo navegará Puerto Rico? (ENDI 3/23/25)
La economía siempre ha sido el barómetro de excelencia para medir el éxito de un presidente. Si el país prospera, el líder es recompensado; si la economía tambalea, el castigo en las urnas es inevitable. Donald Trump enfrenta este mismo desafío, pero su impacto se extiende más allá de Estados Unidos. Para Puerto Rico, un territorio que sigue atrapado en la indefinición política y económica, las decisiones del mandatario representan una movida de alto riesgo.
Desde su regreso a la Casa Blanca, Donald Trump ha reafirmado su agenda conservadora: recortes de impuestos para las grandes corporaciones, tarifas arancelarias agresivas a las importaciones y una reducción del tamaño del gobierno federal. En el caso de Puerto Rico, estas políticas podrían agravar la economía de la isla, que sigue recuperándose tímidamente de la bancarrota y los desastres naturales.
Uno de los pilares de la política económica de Trump es la prolongación del Tax Cuts and Jobs Act de 2017, que redujo significativamente los impuestos a las empresas. Sin embargo, Puerto Rico, que ya compite con otros paraísos fiscales, podría ver una disminución en la inversión si las grandes corporaciones encuentran incentivos más atractivos en Estados Unidos. En otras palabras, la misma política que supuestamente estimula el crecimiento en Estados Unidos podría debilitar la economía puertorriqueña.
El proteccionismo de Trump, reflejado en el aumento de tarifas arancelarias a bienes importados, también tiene repercusiones para la isla. Puerto Rico, cuya economía depende en gran medida de importaciones desde Estados Unidos y otros países, podría enfrentar costos más altos en productos esenciales. Además, las leyes de cabotaje, que ya imponen restricciones costosas al comercio marítimo de la isla, podrían volverse aún más perjudiciales si las políticas de Trump fortalecen barreras comerciales en vez de eliminarlas.
Otro punto clave es la reducción del gobierno federal. Para una isla que aún depende de fondos federales para su recuperación, cualquier recorte en asistencia podría afectar directamente a los puertorriqueños. Trump ya ha expresado su desconfianza hacia el manejo de fondos en Puerto Rico, y su administración ha retrasado en múltiples ocasiones la entrega de ayuda para desastres. Con su nuevo enfoque en reducir la capacidad federal, no es insensato pensar que Puerto Rico podría quedar aún más marginado.
Pero tal vez el mayor impacto de Trump en Puerto Rico no sea económico, sino político. Su retórica sobre inmigración y su indiferencia hacia el estatus político han movido las masas en todas direcciones políticas aquí en la isla. Mientras algunos buscan la estadidad como solución a la incertidumbre económica, la falta de apoyo de Trump hacia este movimiento deja claro que Puerto Rico sigue sin ser una prioridad en la agenda federal.
Si la historia sirve de guía, los presidentes que llevan a la nación a una recesión suelen pagar un precio alto. ¿Sobrevivirá Trump a las consecuencias de su propia política económica? Y, más importante aún, ¿cómo navegará Puerto Rico en un panorama donde su destino sigue atado a los caprichos de Washington? Las respuestas aún están por verse, pero una cosa es segura: Puerto Rico es una prioridad para los puertorriqueños, pero no para Washington, excepto en situaciones de crisis que afectan los intereses de Estados Unidos.
Lee el artículo publicado en la columna de opinión de El Nuevo Día aquí: https://www.elnuevodia.com/opinion/punto-de-vista/ordenes-de-trump-como-navegara-puerto-rico/